Llevo ya un puñado de años, en que, salvo breves ocasiones he estado trabajando en un sistema de «tele-trabajo», aunque yo más bien lo llamaría «semi-presencial» o en todo caso «autónomo». El caso es que este sistema de trabajo, solo funciona cuando se opera en una autonomía más o menos real, al menos en mi caso siempre ha sido así. Me explico.
El cliente/empresa, me pasa una tarea o proyecto, que yo valoro y presupuesto y si lo ven conveniente la aceptan y la hago. Es decir un trabajo totalmente autónomo y una relación pura de cliente/proveedor.
El problema es, que por necesidades de determinados proyectos, sobre todo cuando son grandes, es difícil, debido a la gran cantidad de tareas y en muchos casos al tamaño de las mismas, realizar un proceso de división de trabajo y valoración previa, ya que conllevaría más esfuerzo del que implica el propio trabajo. En estos casos, yo diría que también por pura comodidad, se termina funcionando de manera que se establece una especie de «relación de confianza» (la confianza da asco :p ) en la que las horas que dediques al proyecto, luego se las puedes pasar al cliente, sin tener que previamente definir una tarea y un presupuesto concreto. Ahí es donde empieza el caos. Empiezan a aparecer multitud de «tiempos perdidos»: conversaciones telefónicas con el cliente, mensajes de un lado para otro, supervisión del proyecto, planificaciones varias, etc., que lógicamente consumen tiempo, pero que en principio son difíciles de justificar al cliente. El solo ve, que las cosas no avanzan todo lo deprisa que quiere (en que proyecto no pasa eso 😉 ) y que aparecen horas con una justificación que no es «machacar teclas», que normalmente es lo único que le interesa ver. El caso es que una situación así no lleva a ningún lado.
Mi consejo, nada de relaciones de confianza. Si sois autónomos, debéis serlo todo lo posible. El cliente es el cliente, aunque se vista de seda.